domingo, 19 de enero de 2025

Entre ellas y yo.

 Y llega una edad, un momento, una frase, un consejo que el espejo te recuerda que eres 3 personas. Tú rostro cada vez te recuerda más a tu madre, sus arrugas, sus ojos más pequeños, pero aún queda tu parecido a tu hij@ su mirada viva, su luz, su valentía, y en el presente tú. La mujer que vivió ya su primera parte, que logró sus sueños y lloró otros imposibles, que amó y desamo, que creó y rompió pero siempre vivió intensamente.

Te ves dando a tu hij@  lo que recibes de tu madre, diciéndole las mismas palabras que ella te decía y algunas aún te dice. Pero ahora con cautela y crítica, las cribas, las piensas, las volteas en el intento de no hacer daño o de multiplicar el bien. Te ves como una versión mejorada por la experiencia, por la tecnología, por los medios. Copias, cortas, coloreas, pegas lo que recibiste e intentas que el mensaje l@ llegue más dulce, más elaborado, menos crudo. Pero la vida, 55 años de más o 55 años de menos ha cambiado poco. Las tres generaciones tuvimos o tienen las mismas ganas de vivir en escenarios diferentes, donde me cortaron las alas, yo cosí alerones, donde me dibujaron realidad yo coloree ilusión, donde me quitaron la escalera yo puse un ascensor. Porque hay algo que es necesario, imprescindible para la vida, los sueños, la valentía y la sonrisa. Son la esencia de la vida. Lo necesario para aprender de las cumbres y de los valles. Lo necesario para llegar más allá de la mitad con la serenidad suficiente de reconocer que lo intenté, que a veces lo conseguí y de lo menos bueno aprendí. Que tal vez no fui la mejor hija, pero en aquel momento no era fácil volar sin romper sus rutinas, que tal vez no fui el mejor ejemplo a seguir como madre pero siempre estuve y estaré pase lo que pasé con una sonrisa seré su puerto. Y con la serenidad suficiente para seguir soñando y construyendo para mí niña interior para esa que a veces olvide por el camino, tratando de ser lo que "tocaba" en ese momento.