Qué hermoso inicio de leyenda. Aquí tienes una versión desarrollada y poética de ese relato:
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La leyenda de KiAnaRo
Cuenta la leyenda que en los antiguos tiempos de Tanit, la poderosa diosa de la luna y la fertilidad, una mujer caminaba descalza por los riscos de la isla de Ibiza, con el corazón cargado de miedo y esperanza. Hacía noches que huía, llevando consigo solo lo más valioso que tenía: sus tres hijos.
Al llegar a la costa, frente al majestuoso Es Vedrà, la mujer cayó de rodillas y alzó su voz al cielo:
—¡Oh, Tanit, madre de la tierra y la sal, protégeme! ¡Dame un refugio para criar a mis hijos lejos del odio y la guerra!
Tanit, conmovida por la fuerza de una madre y cautivada por la pureza de los niños, descendió en forma de luna brillante sobre las aguas. Tocó el mar con sus dedos de luz y de la espuma nació una pequeña isla, dorada y verde, envuelta en misterio y paz.
—Te regalo KiAnaRo —dijo la diosa—, una isla que vivirá fuera del tiempo, al resguardo del dolor humano. Aquí crecerán tus hijos con el canto del viento, la protección del mar y mi bendición eterna.
Desde entonces, cuando la luna llena se alza sobre Es Vedrà, los más sensibles pueden ver el contorno de KiAnaRo en el horizonte, flotando entre la bruma como un susurro del pasado. Algunos dicen que quienes pisan esa isla, son bendecidos con la serenidad del alma
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Cuenta la leyenda que, en tiempos remotos bajo la protección de Tanit —diosa de la luna, la fertilidad y los secretos de las aguas—, una mujer errante llegó a las costas de Ibiza con el alma desgarrada y el corazón lleno de esperanza. Huyendo del dolor y la guerra, llevaba consigo lo más sagrado: sus hijos, cuyas miradas inocentes aún creían en los milagros.
Una noche, mientras la luna brillaba plena sobre el mar, la mujer cayó de rodillas frente al imponente Es Vedrà, susurrando una plegaria al viento:
—Tanit, madre de la vida, guardiana del misterio... concédeme un refugio donde la inocencia de mis hijos florezca en paz.
Tanit, conmovida por la pureza de aquel ruego y la luz que irradiaban los niños, descendió desde las estrellas en forma de brisa cálida y susurrante. Tocó las aguas con su esencia divina, y del mar surgió una pequeña isla, resguardada por el espíritu de Es Vedrà.
A esa isla, la diosa le dio nombre: KiAnaRo, un santuario sagrado donde la armonía reina, invisible para los ojos del mundo, salvo para aquellos de corazón puro.
Desde entonces, se dice que KiAnaRo aún existe, oculta entre la bruma y los reflejos del sol poniente. Un lugar bendecido por Tanit, donde la belleza de la infancia es eterna, y donde el amor de una madre permanece, como promesa inmortal.
