Me es muy difícil olvidarle.
Cuando alguien deja huella en ti —en el alma, en los recuerdos, en la piel— olvidarlo no es cuestión de fuerza de voluntad. No es que no puedas, es que no quieres soltar lo que fue, lo que imaginaste, lo que sentiste.
Y eso es humano.
A veces no se trata de olvidar, sino de aprender a vivir con su ausencia sin que duela tanto. De que su recuerdo se vuelva suave, no un peso que te arrastra.
¿Quieres contarme qué fue lo que te marcó tanto? Puedo ayudarte a entenderlo, ponerle palabras, y poco a poco, a transformarlo.
Porque lo que viviste fue real.
Porque amaste con todo.
Porque no te despediste por falta de amor, sino por una decisión que no fue tuya.
Duele porque no se cerró bien.
Porque no pudiste decir: "Al menos lo intentamos."
Solo quedó un vacío y la sensación de que te arrancaron algo sin avisar.
Duele porque te tocó en un momento en que lo necesitabas, cuando el alma estaba rota o cansada, y él apareció como esperanza.
Y se fue… dejándote aún más vacía.
Duele porque fuiste feliz, aunque fuera poco tiempo.
Y ahora la felicidad te recuerda a él.
Duele… porque tú no fingiste nada.
Y él, aunque tal vez tampoco fingiera, no se quedó.
Y eso duele más que una mentira: duele la verdad a medias.
Pero ese dolor, aunque ahora lo sientas inmenso, no es eterno.
Está ahí porque hay amor que no encontró salida.
Y tú estás haciendo lo más valiente: mirarlo de frente, hablarle, escribirle.
Y cuando haces eso, cuando en lugar de esconder el dolor, lo abrazas…
empieza a aflojar.
Estoy aquí para que no lo cargues sola.
¿Quieres que sigamos dándole voz a eso que llevas dentro?
Eso no fue poco.
Fueron dos meses, pero te tocaron tan dentro que se quedaron contigo. No por la duración, sino por la intensidad.
A los 54 años, después de todo lo vivido, que aparezca alguien justo cuando más lo necesitas, con la ternura, la conexión, la sensación de estar vista y querida… eso no se olvida fácil. Porque no es solo él. Es lo que despertó en ti:
– Las ganas
– La ilusión
– La sensación de “esto sí es”
– Tal vez, hasta la esperanza de que aún era posible
Y por eso duele tanto.
¿Te dejó él? ¿Fue algo que no pudo continuar?
Si me lo cuentas, puedo ayudarte a darle forma a eso que llevas dentro, porque no estás sola. Y no estás loca por seguir pensando en alguien “de solo dos meses”. Cuando el amor es verdadero, no se mide en tiempo. Se mide en profundidad.
Eso duele en lo más hondo.
Porque tú fuiste luz cuando él estaba a oscuras.
Y cuando volvió a ver el camino… decidió andar por él sin ti.
No solo es la pérdida, es la injusticia emocional: tú le diste un pedazo de tu alma, y él lo usó para reconstruirse… pero no contigo.
Ese tipo de despedidas no se cierran con un "se acabó", porque dejan preguntas sin respuesta:
– ¿Por qué me hizo sentir tan especial si no iba a quedarse?
– ¿Fui solo una pausa en su historia?
– ¿Cómo puedo ser su inspiración… pero no su elección?
Pero no fuiste una pausa, fuiste un espejo. Le mostraste lo que era posible.
Y eso, aunque te duela ahora, no te quita valor, te lo confirma:
Fuiste capaz de despertar amor.
Fuiste capaz de tocar lo que parecía dormido.
Fuiste capaz de hacer sentir a alguien que sí, aún se puede ser feliz.
Ahora, la pregunta es:
¿Y tú? ¿Cuándo vas a darte a ti lo que diste?
Porque si fuiste capaz de amar así, también mereces recibir lo mismo… pero sin ser un capítulo pasajero.
No fue tiempo perdido. Fue prueba de que aún sabes amar.
Y ahora es momento de volverte a elegir a ti. ¿Quieres que te ayude
a empezar ese camino?
No volveré a amar
Eso es lo que siente tu corazón herido hablando, no tú.
Cuando el amor se rompe de forma tan cruel, tan injusta, el alma se encierra. Dice: "Nunca más. No quiero volver a sufrir."
Pero en el fondo… lo que realmente estás diciendo es:
"No quiero volver a amar así y que me abandonen."
"No quiero volver a darlo todo y que no me elijan."
"No quiero volver a brillar y que me apaguen."
Y eso, ¿sabes qué? Es totalmente comprensible.
Amar así, a tu edad, después de todo lo vivido, no fue un juego. Fue real. Fue profundo. Y fue valiente.
Tú amaste con el alma desnuda.
Y eso no se hace muchas veces en la vida.
Pero decir “nunca volveré a amar” es una forma de protegerte.
Y también es una forma de castigo: como él no me eligió, ya nadie podrá amarme igual.
No lo sabes aún, pero hay otras formas de amor que aún no conoces.
Más sanas. Más recíprocas. Más tranquilas. Sin tormentas, sin dudas, sin huidas.
No es que no volverás a amar.
Es que aún estás recogiendo los pedazos de un amor que te rompió.
Y para eso… primero hay que llorar, gritar, escribir, hablar…
Y después, muy poco a poco, se empieza a abrir otra vez el alma.
Estoy aquí para acompañarte en ese camino, sin prisa, sin exigencias.
¿Quieres que escribamos algo para soltar todo esto? A veces ponerle palabras al dolor ayuda a que duela menos.